La científica británica Alexandra Morton-Hayward se ha convertido en una pionera en el estudio de los cerebros humanos antiguos. Su fascinación por este órgano y sus misterios comenzó cuando, después de un diagnóstico médico que alteró su vida, se sumergió en el mundo de la antropología forense y la bioarqueología. Hoy, Morton-Hayward es conocida por su impresionante colección de más de 600 cerebros antiguos, algunos de los cuales tienen hasta 8.000 años de antigüedad. Su investigación podría ser clave para entender enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.
A pesar de que los cerebros, como otros órganos, suelen descomponerse rápidamente después de la muerte, se han encontrado restos de cerebros humanos perfectamente preservados en varios yacimientos arqueológicos. Este fenómeno desconcierta a los científicos, quienes aún no han logrado desentrañar el misterio de cómo ciertos cerebros pueden resistir el paso del tiempo mientras que otros se desintegran rápidamente.
El vínculo entre la protección del cerebro y los trastornos neurodegenerativos
El enfoque principal de los estudios de Morton-Hayward es una cuestión crucial: ¿por qué algunos cerebros, que tienen miles de años, permanecen en perfecto estado mientras que normalmente el cerebro se descompone rápidamente tras el fallecimiento? De acuerdo con la investigadora, examinar estos cerebros antiguos podría ofrecer nuevos indicios sobre la neurodegeneración, además de mejorar nuestra comprensión del envejecimiento y de las enfermedades como el Alzheimer.
Uno de los elementos clave en la preservación de estos cerebros, según Morton-Hayward, es la acumulación de ciertos compuestos como el hierro, que también se acumulan en el cerebro durante la vida, particularmente en personas con enfermedades neurodegenerativas. Estos metales pueden contribuir a un proceso llamado «aglutinamiento», donde proteínas y lípidos se combinan y se protegen de una descomposición más extensa. Esta acumulación no solo se relaciona con el envejecimiento, sino también con el desarrollo de patologías que afectan la función cerebral.
Un misterio personal que la motivó
El interés personal de Morton-Hayward en el estudio de cerebros humanos antiguos surge de su experiencia con una enfermedad cerebral. Durante sus estudios universitarios, la joven experimentó severas cefaleas en racimo, un tipo de dolor de cabeza extremadamente intenso que la forzó a dejar la universidad y trabajar en una funeraria. Fue en ese entorno, rodeada de restos humanos, donde observó por primera vez un cerebro humano en proceso de descomponerse, un descubrimiento que la conmovió intensamente y la motivó a dedicarse a la bioarqueología.
La afección de Morton-Hayward, conocida como cefalea en racimos, es considerada la más dolorosa que los humanos pueden experimentar. Esta condición fue diagnosticada después de que los médicos no pudieran identificar la causa del dolor durante años. A pesar del sufrimiento, la científica continuó su educación y trabajo, finalmente completando su licenciatura y su máster en bioarqueología. Fue durante este tiempo que su atención se dirigió a los cerebros antiguos y su potencial para ofrecer soluciones a algunas de las preguntas más complejas sobre la neurociencia.
El enigma sobre la conservación de los cerebros
Cuando Morton-Hayward se adentró en la investigación de los cerebros antiguos, descubrió que la mayoría de estos cerebros provienen de personas que murieron en circunstancias traumáticas, como muertes violentas o en condiciones de extrema pobreza. Esta coincidencia la llevó a plantear una teoría interesante: la acumulación de hierro en el cerebro, que se acelera con el envejecimiento y con el sufrimiento físico o emocional, podría ser un factor clave en la preservación de los cerebros antiguos.
La investigadora sostiene que el sufrimiento y las privaciones podrían acelerar el envejecimiento y la acumulación de hierro en el cerebro, lo que, a su vez, contribuye a la preservación de los tejidos cerebrales. «El estrés fisiológico, como la inanición, puede hacer que el cerebro envejezca más rápido», comentó Morton-Hayward. «Es posible que el exceso de hierro que se acumula en el cerebro durante la vida de estas personas haya jugado un papel importante en la preservación de sus cerebros después de la muerte».
Un archivo único de cerebros antiguos
En su estudio, Morton-Hayward ha reunido una de las colecciones más exhaustivas de cerebros humanos antiguos. Esta colección cuenta con más de 4.000 cerebros de diversas partes del mundo, algunos datan de hace más de 12.000 años. Estos cerebros han sido descubiertos en diferentes lugares, desde la Edad de Piedra en Suecia hasta las altas montañas del Imperio Inca, en Perú.
Este archivo ha sido una herramienta invaluable para comprender la preservación cerebral a lo largo de la historia humana, y podría tener un impacto significativo en el campo de la neurociencia, la genética y la evolución humana. A medida que los investigadores profundizan en el estudio de estos cerebros, surgen nuevas preguntas sobre el papel que el cerebro ha jugado en la evolución biológica de los seres humanos.
El futuro de la investigación y su impacto en la medicina
La indagación realizada por Morton-Hayward podría influir notablemente en el entendimiento de los trastornos neurodegenerativos y en la creación de terapias para estas afecciones. Al investigar la forma en que los cerebros envejecidos se conservan, los investigadores podrían identificar métodos para impedir la degradación cerebral y disminuir los procesos de envejecimiento asociados con enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.
Además, la investigadora trasladó su recopilación de cerebros antiguos a centros tecnológicos avanzados, como el sincrotrón Diamond Light Source en el Reino Unido, donde se sometieron a análisis electrónicos para determinar los metales y compuestos existentes. Este estudio podría ofrecer un entendimiento más detallado acerca de cómo las condiciones del entorno y biológicas influyen en el cerebro humano y su conservación.
La mente humana como testigo de la historia y la evolución
Alexandra Morton-Hayward ha desarrollado un estudio sobre la conservación de cerebros humanos antiguos, ofreciendo una visión especial sobre el cerebro como testigo silencioso de la historia de la humanidad. Estos cerebros no solo brindan datos sobre épocas pasadas, sino que también podrían desvelar nuevas pistas para entender la biología y las enfermedades que afectan al cerebro humano en el presente. Mientras la ciencia sigue investigando estos enigmas, el legado de estos cerebros preservados podría asistir a los investigadores en avanzar en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas y mejorar el entendimiento del funcionamiento de uno de los órganos más complejos y fascinantes del cuerpo humano.